martes, 23 de noviembre de 2010

Benedetti según la mujer

Si Dios fuera mujer no se instalaría
lejana en el reino de los cielos,
sino que nos aguardaría en el zaguán del infierno,
con sus brazos no cerrados,
su rosa no de plástico
y su amor no de ángeles.

Ay Dios mío, Dios mío
si hasta siempre y desde siempre
fueras una mujer
qué lindo escándalo sería,
qué venturosa, espléndida, imposible,
prodigiosa blasfemia.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Nostalgia de Milan Kundera


En griego “regreso” se dice nostos. Algos significa “sufrimiento”. La nostalgia es, pues, el sufrimiento causado por el deseo incumplido de regresar. La mayoría de los europeos pueden apelar para esta noción fundamental una palabra de origen griego (nostalgia) y, además, otras palabras con raíces en la lengua nacional: en español decimos “añoranza”; en portugués “saudade”.
En cada lengua estas palabras poseen un matiz semántico distinto. Con frecuencia tan solo significan tristeza causada por la imposibilidad de regresar a la propia tierra. Morriña del terruño. En inglés sería homesickneess, o en alemán Heimweh, o en Holandés Heimweh. Pero es una reducción espacial de esa gran noción. El islandés, una de las lenguas más antiguas, distingue claramente dos términos: sӧknudur: nostalgia en sentido general; y heimfra: morriña del terruño.
Los checos al lado de la palabra “nostalgia” tomada del griego, tienen para la misma noción de sustantivo: stesk, y su propio verbo; una de las frases de amor checas más conmovedoras es styska se mi po tobe: “te añoro; ya no puedo soportar el dolor de tu ausencia”.
En español, “añoranza” proviene del verbo “añorar”, que proviene a su vez del catalán enyorar, derivado del verbo latino ignorare, (ignorar, no saber algo). A la luz de esta etimología, la nostalgia se nos revela como el dolor de la ignorancia. Estás lejos, y no sé que ha sido de ti. Mi país queda lejos y no sé qué ocurre en él. Algunas lenguas tienen alguna dificultad con la añoranza: los franceses solo pueden expresarla mediante la palabra de origen griego (nostalgia) y no tiene verbo; pueden decir; je m´ennuie de toi (equivalente a “te echo de menos” o “en falta”), pero esta expresión es endeble, fría, en todo caso demasiado leve para un sentimiento tan grave.
Los alemanes emplean pocas veces la palabra “nostalgia” en su forma griega y prefieren decir Sehnsucht: deseo lo que está ausente, pero Sehnsucht puede aludir tanto a lo que fue como a lo que nunca ha sido (una nueva aventura), por lo que no implica necesariamente la idea de nostos, para incluir en la Sehnsucht la obseción del regreso habría que añadir un complemento: Sehnsucht nach der Vergangenheit, nach der verlorenen Kinddheit, o nach del ersten Lieve (deseo del pasado, de la infancia perdida.
La Odisea, la epopeya fundadora de la nostalgia, nació en los orígenes de la cultura griega. Subrayémoslo: Ulises, el mayor aventurero de todos los tiempos, es también el mayor nostálgico. Partió (no muy complacido) a la guerra de Troya, en la que estuvo diez años. Después se apresuró a regresar a su Ítaca natal, pero las intrigas de los dioses prolongaron su periplo, primero tres años de los más fantásticos acontecimientos y, después, durante siete años más, que pasó rehén y amante junto a la ninfa Calipso, quien estaba tan enamorada de él que no le dejaba abandonar la isla.
Hacia el final del canto quinto de La Odisea Ulises dice: “No lo lleves a mal, diosa augusta, que yo bien conozco cuan bajo de ti la discreta Penélope queda a la vista en belleza y en noble estatura.(…) Mas con todo yo quiero, y es ansia de todos mis días, el llegar a mi casa y gozar del regreso” Y sigue Homero: “Así dijo, ya el sol se ponía, vinieron las sombras y marchando hacia el fondo los dos de la cóncava gruta…”


un agradecimiento a mi hermana Fides Gauto por este regalo que supo encontrar.